About me/Acerca de mí

My name is Maria Eugenia Bravo Calderara, and I am a Chilean writer living in exile. In 1992, I published my first poetry collection, Prayer in the National Stadium, which was honored with a prize from the Greater London Council. The following year, I wrote a book about Pablo Neruda’s poetry, published in Chile.

Over the years, my poems and short stories have been featured in various anthologies, periodicals, and collections in Chile, Spain, the United Kingdom, and Europe. Additionally, I am a member of Las Juanas.

Through my writing, I explore themes close to my heart: the violence of the Chilean dictatorship, the pain of exile, love, and the deep solitude of the human experience.

Though I endured extreme violence and political persecution in the past, I have found redemption through love and human solidarity. My work is ultimately a celebration of life, resilience, and hope.

Mi nombre es María Eugenia Bravo Calderara y soy una escritora chilena que vive en el exilio. En 1992 publiqué mi primera colección de poesía, Oración en el Estadio Nacional, que recibió un premio del Greater London Council. Al año siguiente escribí un libro sobre la poesía de Pablo Neruda, publicado en Chile.

A lo largo de los años, mis poemas y cuentos han aparecido en diversas antologías, publicaciones periódicas y colecciones en Chile, España, Reino Unido y Europa. Además, soy miembro de Las Juanas.

A través de mis escritos, exploro temas cercanos a mi corazón: la violencia de la dictadura chilena, el dolor del exilio, el amor y la profunda soledad de la experiencia humana.

Aunque soporté violencia extrema y persecución política en el pasado, encontré la redención a través del amor y la solidaridad humana. Mi trabajo es, en última instancia, una celebración de la vida, la resiliencia y la esperanza.

Who is Las Juanas?/¿Quién es Las Juanas?

We are Las Juanas, a group of women writers from Latin America and Spain, brought together by our desire to share our stories and develop our craft. Our original name, Hispano-American Women Writers on Memory, was a bit too long and unwieldy, so we embraced the name Las Juanas. But no matter the name, memory is central to everything we do. Our memories live within us, and through writing, we transform them into words. In telling our stories, we reshape how we are seen—no longer defined by labels like "immigrant" or "the other."

Our writing speaks of the complexities of life—of loss, crisis, and healing—but also of happiness, love, and the celebration of life. We write because we need to, because silence won't save us. Writing is a commitment to change, not only within ourselves but in the world around us. We use our words to resist oppression, be it state violence, gender-based violence, racism, or imperialism. Our work is grounded in the values of intersectional feminism, social justice, and inclusion.

For over twelve years, we've been producing new work, hosting workshops, and building a community of writers in both Spanish and English. Along the way, we’ve supported each other through personal struggles, shared laughter, and encouraged each other’s growth. We've traveled together, cooked together, and created together. Our connection goes beyond just writing; it’s about sisterhood, mutual understanding, and solidarity.

We are imperfect, human, and deeply committed to participating in the broader human dialogue. Through our writing, we forge new understandings, challenge the status quo, and aim to make a difference in the world. We are Las Juanas.

Somos Las Juanas, un grupo de escritoras de América Latina y España, unidas por nuestro deseo de compartir nuestras historias y desarrollar nuestro oficio. Nuestro nombre original, Escritoras hispanoamericanas sobre la memoria, era demasiado largo y difícil de manejar, por lo que adoptamos el nombre de Las Juanas. Pero no importa el nombre, la memoria es fundamental para todo lo que hacemos.

Nuestros recuerdos viven dentro de nosotros y, a través de la escritura, los transformamos en palabras. Al contar nuestras historias, remodelamos la forma en que somos vistos, ya no definidos por etiquetas como "inmigrante" o "el otro". Nuestros escritos hablan de las complejidades de la vida (de pérdida, crisis y curación), pero también de la felicidad, el amor y la celebración de la vida. Escribimos porque lo necesitamos, porque el silencio no nos salvará. Escribir es un compromiso de cambio, no sólo dentro de nosotros mismos sino en el mundo que nos rodea. Usamos nuestras palabras para resistir la opresión, ya sea violencia estatal, violencia de género, racismo o imperialismo. Nuestro trabajo se basa en los valores del feminismo interseccional, la justicia social y la inclusión.

Durante más de doce años, hemos producido nuevos trabajos, organizando talleres y construyendo una comunidad de escritores tanto en español como en inglés. A lo largo del camino, nos apoyamos mutuamente a través de luchas personales, compartimos risas y nos alentamos mutuamente a crecer. Hemos viajado juntos, cocinado juntos y creado juntos. Nuestra conexión va más allá de simplemente escribir; se trata de hermandad, comprensión mutua y solidaridad.

Somos imperfectos, humanos y estamos profundamente comprometidos a participar en el diálogo humano más amplio. A través de nuestros escritos, forjamos nuevos entendimientos, desafiamos el status quo y pretendemos marcar una diferencia en el mundo. Somos Las Juanas.

My Poems/Mis Poemas

Here is a selection of my poems.

Aquí tenéis una selección de mis poemas.

Pinares

Y Caminaron

Por qué K29?/Why K29 books?

Below is an excerpt from La Casa Del Techo Rojo explaining why

AGENTE SECRETO[1]

¿Qué hay detrás de un sobrenombre?  ¿Qué o quién lo define?

En mi caso, el más querido de todos mis nombres nació cuando yo estaba  dejando atrás los últimos días de la infancia. Me lo puse a mí misma, a ratos como una máscara, en otros como un reto o quizás una armadura. En cualquiera de los casos, este apodo me parece, sirvió de defensa como las murallas de una ciudadela a una personalidad en  formación.

 El nombre en cuestión se forjó bajo la influencia de algunos libros de aventuras, y extraído de relatos serializados que había leído en la revista infantil El Peneca. Esta publicación, mi revista favorita, salía a la venta en el día más esperado de la semana, o sea los viernes. Todavía me parece sentir el estado de inquietud en el que entraba los jueves  por la noche, y recuerdo el cosquilleo en el cuerpo que en mi producía el estado de anticipación, ante la  esperada publicación.  La revista recién adquirida olía  a papel nuevo y crujiente  mientras  la colorida cubierta, atractiva y con aroma  a tinta de imprenta, mostraba escenarios exóticos que invitaban a los viajes de la imaginación. Los viernes por la mañana, me levantaba al alba para correr al quiosco que estaba en la esquina de Manuel Montt con Providencia, para comprar el correspondiente Peneca, y asegurarme, de su valiosa posesión antes de que la edición se agotara.

El sobrenombre que elegí para mí provenía tal vez, de las correrías de Sexton Blake, quien me había maravillado con los poderes deductivos de su inteligencia, cuando investigaba pequeñas, pero no menos importantes transgresiones, de alguno de sus condiscípulos.  Blake era inglés, y su colegio funcionaba en un imponente edificio  similar a un castillo medieval lleno de recovecos, torrecillas, rincones ocultos, y puertas escondidas que daban a pasajes secretos. Se trataba de un lugar, que en mi imaginación se transformaba constantemente, ayudándome de paso a olvidar, la fragilidad de las bases de mi propia existencia.

Detrás del alias escogido se  ocultaba  una chica temerosa, que pretendía conseguir de algún modo llegar a ser fuerte y valiente. Desde sus comienzos este apodo nació unido a la existencia de una logia secreta, cuya finalidad era la de hacer justicia. De modo que el nombre aquel, me  transformaba de inmediato en una especie de agente vengador, similar a los personajes de las historias que traían El Peneca y  la revista Fausto.

Mi hermano, Pedro Alejandro y yo, teníamos prohibida la lectura de la revista Fausto, que era consideraba por mi madre no apta para niños. Está demás decir, que tal dictamen exacerbó nuestro interés por la lectura de dicha publicación, la cual hacía las delicias del personal doméstico del barrio. La necesidad de conseguirla nos llevó a cultivar una  poco usual, pero claramente  interesada amistad, con las empleadas domésticas de las casas del vecindario. 

El Fausto traía fascinantes historias por entregas. En sus páginas  me topé por primera vez  con Ana Karenina, Los hermanos Karamazov  y el Fantasma de la  Ópera. Con la lectura del Fausto fue quedando atrás Sandokán y los tigres de la Malasia, Quintín el Aventurero con su famoso hidroplano y aquel perro con el que todos los niños de Chile soñábamos por aquel entonces, que se llamaba Corazón Valiente.

Mi alias suponía la existencia de una organización al estilo del FBI o del MI5, por lo que cuando años más tarde apareció en los cines, la figura de James Bond, este personaje no logró sorprenderme, pues mi propio agente secreto vengador, lo había superado con creces en mi imaginación. Para mí, K29, sería siempre superable. A K29 le correspondía como a Don Quijote ‘desfacer entuertos’, luchar de manera implacable contra los facinerosos responsables del mal en el mundo y enfrentarse sin temores a los poderosos ‘molinos de viento’. No en  vano, K29 era considerado por sus enemigos El Terrible.

Con  Pedro Alejandro, fuimos dándole forma a K29 quien representaba la culminación de un ideal heroico. Esto  significó por aquellos años, entregarse a ciertas prácticas secretas por las cuales poníamos a prueba nuestra voluntad. Pedro Alejandro había elegido para él, el alias del Zorro y  ambos, con  reloj en mano, competíamos para descubrir cuál de los dos soportaba  por más tiempo tener un dedo quemándose al calor de la llama de una vela o, quien se atrevía a hacerse con un cortaplumas o cuchillo un corte en la piel  hasta sangrar. Otras veces, los desafíos consistían en un ‘a que no te atreves a treparte hasta la copa de ese árbol’, o, ‘apuesto a que eres un gallina y no te animas a saltar ese canal por la parte más ancha’, o ‘seguro que te mueres de miedo de trepar ese  muro’. 

Cada prueba que el Zorro y K29 efectuaban era una confirmación de avances realizados en la conquista del difícil control de uno mismo; del desarrollo de una cierta capacidad para enfrentar el miedo, y superar el terror a la sangre y a el dolor físico. Corríamos  cada día  con la finalidad de llegar a ser veloces; se nos hizo una costumbre trepar muros lisos o subirse a los tejados con la exclusiva ayuda de las uñas y dedos, mientras se rompían las ropas a la altura de los codos y de las rodillas. Nuestras  piernas y brazos lucían las muestras de las  hazañas acometidas que aparecían transcritas en el cuerpo en arañazos, heridas frescas, costras  y  cicatrices.

Muchos años más tarde, desde la infancia  resurgió  K29 de la manera más inesperada. No se trataba de una broma, sino de algo muy serio, y por lo tanto no pude mencionarlo. Estuve obligada a  dejarlo en la sombra ayudándome a resistir, tal como lo había hecho en otras oportunidades casi olvidadas ya. El Capitán Aracena, a cargo de aquella brigada de esbirros expertos en torturas que operaban en el Cerro Chena y que dirigía el interrogatorio, me conminó  con voz de trueno  a que  confesara ‘el  rango y el número, que como soldado – se suponía - me correspondían’.

‘¿A qué se refiere Capitán?’ le respondía yo con una voz  que se ahogaba debajo de una gruesa capucha que me cubría la cabeza.

‘A su  rango militar y al número que todo soldado tiene’, decía el capitán, cada vez más irritado.

Como por aquel tiempo  me ganaba la vida como docente, dando clases de estética en la universidad, aquel interrogatorio me pareció un intercambio entre dementes y que alguien lo desmienta y me diga si aquello no era surrealismo puro.

‘Pero capitán,‘  le contestaba yo a punto de perder el sentido bajo los efectos

de los shocks eléctricos que invariablemente acompañaban a sus preguntas.

‘Usted sabe que yo soy civil, que no soy soldado y que nunca lo he sido y que no tengo esas cosas que me pide.’

Mientras tanto, en mi interior, una voz familiar y antigua, la de K29 me susurraba al oído, ‘’No le contestes ninguna cosa a este tarado. Sea verdad o sea mentira  a este  imbécil solamente hay que mentirle. Miéntele al cabrón. Que este huevón de mierda jamás se entere de cuanto sabes, ni  en realidad  quién eres’’.

Durante más de tres décadas, el Zorro envió cartas a mi domicilio londinense dirigidas al Terrible K29. Igualmente, Zorro, tenía por costumbre llamarme  en fechas señaladas, aunque en  estos últimos dos años tanto sus cartas como sus llamadas han cesado. Recuerdo su querida voz alegre y urgente diciendo: ‘¿Aló? ¿Aló? ¡Aquí el Zorro llamando a K29, El Terrible! ¡Hermana! ¿Cómo estás? ¡Feliz cumpleaños!’


[1] Esta narración  ganó el primer premio en el Concurso de Cuento Salvador Allende en Londres en 2013.

Contact us